Concierto y desconcierto...

10 junio 2009

Sarah tenía noventa años

Sarah tenía noventa años. Isabel, sesenta y cinco. Veinticinco años de diferencia que, si bien antes importaban poco, ahora habían caído de golpe sobre la conciencia de Isabel. Porque Sarah había muerto, e Isabel se había quedado sola. Tras cuarenta y cuatro años juntas.

Había perdido la cuenta de los amaneceres vistos una al lado de la otra, sentadas mirando a Levante en el banco de su casa. Tantos días, tantas noches, tantas risas, tantas lágrimas… Toda una vida. Se dice pronto.

El día en que cremaron a Sarah, Isabel quiso estar sola. Era un día gris, era un día triste, era un día fresco, con la electricidad de la tormenta cargando el ambiente. La lluvia era inminente. Isabel llevaba dos días sin dormir. Estaba cansada y las lágrimas se le habían agotado.

Llegó a casa, se desnudó y se miró al espejo. Su expresión no cambió. Sólo una inmensa tristeza, unos ojos grises y hundidos, un pelo plateado y sucio cayendo sobre sus hombros se reflejaban. Su cuerpo estaba sano y fuerte. Su cuerpo reflejaba el paso de los años. Su cuerpo desnudo, en ese momento, no era controlado sino por un instinto de supervivencia.

Necesitó aire y salió, desnuda, por la puerta de su casa. De esa casa que hasta ayer había sido de las dos. Avanzó unos pasos y se sentó en su piedra. Apoyó los brazos sobre sus rodillas, y dejó caer su cabeza sobre estos. No lloró, sólo respiró profundamente, intentando deshacer el nudo que ataba su pecho y que le agarraba la garganta.

Isabel suspiró y se quedó ahí durante horas. Aguantó ahí la tormenta y, con la llegada de la noche, se levantó, miró al cielo y girando lentamente, volvió a casa.



Este post tiene un hermano aquí. El texto fue creado a partir de la imagen Sorrow, de Van Gogh, en el taller de escritura del domingo pasado.

1 Comentarios:

  • ...
    No es fácil colocar una palabra después de otra después de tanto tiempo. Después de seguir reconociéndote en tus palabras. Porque ese ejercicio de escritura se me antoja desde aquí una prueba proyectiva en la que además me reconozco.
    Y es esa parte de mi, la que te conoce y te reconoce. Esa parte de mi que me devuelves tú. Y que añoraba sin compañía. Y que ahora añoro contigo aquí, desnudo e insomne en este momento, reconociendo a Isabel y mejor aún todo el espacio vacío que siente detrás de las costillas.
    Y que se llena de palabras tuyas hinchando y haciendo consciente esa sensación que me visita cada vez que escucho esa canción que me recuerda, como hoy estas palabras, lo que te he echado de menos.

    By Blogger Fenjx, at 5:57 a. m.  

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