El final de la semana pasada y el principio de ésta he estado viajando. El lunes por la noche iba a estar solo en una ciudad casi extraña para mí, en la que casualmente había unas personas a las que me apetecía conocer en directo (pues ya las conocía en este mundo blogger...) así que hice una proposición decente y quedamos. Vinieron a buscarme dos
gemelos (¿bueno y malo? ¿malo y bueno?) y
una trilliza (¿...?), y me llevaron al centro.
Y me supo a poco, la verdad. Aún me hubiera tomado otra copa, pese a que al día siguiente me tenía que levantar tempranísimo y por la tarde volver a Madrid. Al principio la sensación fue extraña porque yo en el fondo era un extraño para ellos, pero poco a poco empezamos a hablar de mil cosas. Pedimos la cena (he descubierto que allí hay "pan tinto") y acompañados de la comida y de un poco de vino poco a poco fuimos aportando datos de nosotros mismos. Las conversaciones saltaban de un lado para otro (casi no las terminábamos), hicimos preguntas, nos contamos el origen de algunas cosas, hablamos de todo y de nada, del pasado, del futuro, de la familia, de alegrías, de tristezas... La verdad es que fue muy interesante.
Pero para mí lo mejor de todo fue seguir descubriendo que hay personas fantásticas por el mundo, personas con buena voluntad, con buen corazón, personas generosas a las que no les importa dedicar parte de su tiempo a los demás, a mí.
Muchas gracias por esa noche de lunes, espero veros pronto por Madrid...